Las monedas ibéricas, que aparecieron en la Península Ibérica en torno al siglo III a.C. reflejan una encrucijada de culturas única. Estas monedas tienen una marcada influencia griega en su origen, en menor medida púnica y, más adelante, romana, lo que las convierte en testigos silenciosos de un proceso histórico fascinante. En NCV tenemos experiencia en su clasificación y graduación, y con este artículo pretendemos ofrecer una breve introducción a las mismas.
¿Quiénes eran los íberos?
La pregunta que debemos plantearnos en primer lugar es: ¿Quiénes eran los íberos? Pues bien, los íberos eran los habitantes del este y el sur de la Península Ibérica. De hecho, los griegos llamaban íberos a los pueblos que vivían en la cuenca del río Iber (como se conocía al Ebro en la Antigüedad), para posteriormente extender este nombre a todos los pueblos de la costa oriental y suroriental de la Península Ibérica. Esta denominación sirvió para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. Su legado numismático es inestimable para comprender su sociedad y su economía.
Los orígenes
Como hemos visto en otros artículos de este blog, las primeras monedas que se acuñaron en la Península Ibérica fueron las de las colonias griegas de Emporion (actual Empurias) y Rhode (actual Roses).
Pues bien, resulta que las monedas griegas también circulaban entre las tribus ibéricas.
La aparición de monedas ibéricas a mediados del siglo III a.C. se debió en gran medida a los contactos comerciales que mantenían las tribus íberas con Emporion, Massalia, Alalia, Velia o Córcega.
En Gadir (Cádiz) también se acuñaron monedas anepígrafas (sin descripción ni leyenda) en bronce y, más tarde, en plata.
Así, no es extraño que las primeras cecas ibéricas aparecen en los territorios con más contacto con los griegos y púnicos, como Arse (Sagunto), Saitabi (Xátiva), Kese (Tarragona) o Kastilo (Linares).
Las cecas de Arse y Saitibi, más influidas por los griegos, fueron realizadas en plata mientras que las de Kese y Kastilo, más influidas por los púnicos, fueron realizadas en bronce.
Las primeras monedas ibéricas
Los iberos recogieron el legado griego, adoptando sus conocimientos técnicos. Se inspiraron en su cerámica, su escultura y, por supuesto, su acuñación.
Comenzaron copiando los dracmas de plata de Emporion, a veces incluso manteniendo la leyenda en griego. Pero, poco a poco, aparecieron los caracteres ibéricos.
Las primeras monedas ibéricas aparecieron en el contexto de la conquista romana. Ciudades como Emporion también fueron pioneras en la acuñación de monedas ibéricas.
Las primeras monedas griegas en la Península datan del 470 a.C. y están relacionadas con la crisis posterior a la batalla de Alalia, un combate naval entre cartagineses, aliados con los etruscos, contra los griegos de la colonia focense de Alalia (actual Aleria), situada al este de Córcega.
Inspiración y diseño
Las monedas griegas de las colonias de Emporion y Rodas inspiraron las monedas ibéricas. Podría decirse que fueron una especie de copias adaptadas.
Las monedas ibéricas, a menudo con la imagen de un jinete, proceden de las regiones central y nororiental de la Península Ibérica, conocida por los romanos como Hispania Citerior. Sin embargo, también aparecen raros ejemplares de estas monedas en las zonas sur y suroeste.
Se acuñaban en plata (denarios), bronce (ases) y divisores y utilizaban el alfabeto ibérico.
Parece ser que la mítica acuñación ibérica con la ceca de la serie del jinete apareció en Kesse entre los siglos III y II a.C..
Más tarde la seguirían otros pueblos vecinos de la Hispania Citerior. El anverso representa probablemente a un héroe o a una divinidad y el reverso, con el jinete, tiene varias interpretaciones; quizá la más extendida es que se trata de un guerrero íbero.
Este acontecimiento coincide con la sustitución por parte de Roma de Ampurias por Tarraco como centro de sus operaciones militares en la Península Ibérica.
Cecas ibéricas
Se atribuye a un gran número de ciudades, más de 100, la acuñación de monedas íberas, ya sea en cobre, plata o ambas. También existían divisores, aunque son más raros,
Al principio, las monedas servían para pagar a los soldados y, más tarde, a medida que se desarrollaba la cultura económica local de las tribus ibéricas, también facilitaban el comercio interior.
Aquí vemos la moneda con el jinete; sin duda, la más conocida.
El busto masculino suele estar adornado con torque y, a veces, con letras. El jinete, en el reverso, suele llevar una lanza, aunque a veces también porta una palma, una hoz o incluso una espada.
Debajo del jinete aparece la ceca con la leyenda ibérica.
Las Guerras Sertorianas, que tuvieron lugar en la Península Ibérica entre los años 82 y 72 a.C., contribuyeron a la producción masiva de este tipo de monedas para pagar a las tropas, especialmente desde la ceca de Bolskan (actual Huesca), que se convirtió en el centro de planificación de las maniobras durante el conflicto.
En la fotografía de la izquierda vemos que la ceca es arekoratas. Se trata de una acuñación berona sobre la que no existe consenso sobre su localización (una teoría es la actual Soria).
Desde el final de las Guerras en el 72 a.C. hasta la guerra civil romana del 49 a.C., que enfrentó a César y Pompeyo, las cecas de la Hispania Citerior ya no acuñaban plata, sólo bronce. Como consecuencia de la progresiva romanización, cambiaron su alfabeto ibérico por el latino. A partir del año 49 a.C., la mayoría de estas cecas dejaron de emitir ese tipo de monedas y comenzaron a acuñar monedas romanas.
El catálogo MIB
Si te interesan las monedas ibéricas, el catálogo MIB (monedaiberica.org) es una fuente de gran valor para investigar la historia monetaria de Iberia/Hispania. Desarrollado con tecnología moderna, reúne información de catálogos anteriores y monografías. Contiene alrededor de 4200 tipos y variantes de monedas ibéricas, estructurados según propuestas de estudios recientes y obras de expertos como Leandre Villaronga.
En conclusión, las monedas ibéricas son tesoros que nos conectan con la antigua Iberia y su rica historia e influencias. Su legado sigue fascinando a los numismáticos y amantes de la historia.