Share

Las monedas llevan siglos formando parte de nuestra vida cotidiana hasta el punto de que, salvo los amantes de la numismática y el coleccionismo, la mayoría de las personas ya no reparamos en cómo son, su diseño, fecha de emisión… Es más, siempre procuramos quitarnos de encima las máximas posibles a la hora de pagar en un comercio para que no pese tanto la cartera.  Y, en los tiempos que corren en los que el pago en efectivo está casi en peligro de extinción, para muchos es hasta raro llevar dinero encima. 

No en vano, las hipótesis sobre la supervivencia o no de billetes y monedas en un medio/largo plazo ya están sobre la mesa, pero ese es otro tema. Hoy queremos detenernos a hablar un poquito más a fondo de estos objetos cotidianos que tanto nos cuentan sobre el pasado y la vida de los que poblaron la Tierra hace miles de años. 

¿QUÉ HABÍA ANTES DE LA MONEDA? El trueque. Es decir, el intercambio de bienes ofreciendo lo que se tenía a cambio de lo que se necesitaba: animales, huevos, pieles, cereales, piedra… El trueque estaba generalmente agrupado en torno a las distintos gremios: pastores, agricultores, herreros, pescadores…  Aunque hoy en día puede verse con un toque romántico, con frecuencia el trueque era motivo de conflicto al no ponerse de acuerdo en el valor de lo que se intercambiaba y la dificultad de equiparar bienes de un modo justo. Era necesario un modelo estándar con el que poder comerciar. 

Dada esta problemática y siguiendo el ejemplo de los pueblos de Oriente empezó a emplearse el metal a lo largo del Mediterráneo: un material resistente, transportable y con posibilidad de dividirse en unidades. (De ahí la expresión de “pagar en metálico”).

Las primeras formas de dinero metálico  se llamaban ‘talentos’, lingotes con forma de piel de toro que en el mundo griego se encuentran en la cultura minoica y micénica (siglo II a.C). A partir del s.VII a.C se empiezan a utilizar las varas (óbolos). Seis óbolos, lo que era capaz de sujetar un hombre con la mano, formaban un dracma (que significa ‘lo que se coge con la palma de la mano’). De ahí el origen de la moneda antigua  griega.  

Sin embargo, estos metales no eran tan fácilmente transportable como se deseaba y, además,  había que pesarlos para saber su valor por lo que  esto no simplificaba demasiado la actividad comercial. Estos inconvenientes se resolvieron creando trozos de metal más pequeños, siempre con el mismo peso: la moneda. Con esas monedas antiguas ahora sí se conseguía algo fácilmente transportable, que no se estropeaba y, además, todos conocían su valor gracias a sus símbolos y diseño y se acababa así con la disparidad de criterios.

La acuñación y sistemas de fundición y fabricación han ido evolucionando desde lo más rudimentario hasta las monedas que conocemos hoy en día, con diseños perfeccionados y uniformes. Y es que, como decíamos, la historia de los pueblos se puede reconocer a través de sus monedas y no solo desde un punto de vista económico exclusivamente, sino también social y político. Aunque a priori la superficie de una moneda pueda parecer reducida, ya con las monedas antiguas enseguida se dieron cuenta de su potencial propagandístico. Un objeto pensado para pasar de mano en mano y viajar aquí y allá era un perfecto medio de difusión para contar hechos importantes o  ensalzar a reyes y gobernantes. Y esto, en pleno siglo XXI, sigue siendo así.

Tres CARACTERÍSTICAS COMUNES a toda moneda, antigua o moderna y que todo amante de la numismática debe analizar en sus colecciones:

1.  Peso: también dependiente del tamaño, material…
2.  Material: Se buscaba que se tratara de un material abundante en la zona donde se iba a emitir y utilizar dicho dinero, intentando que no fuera más costoso que el valor en sí de la moneda. Aún hoy se utilizan en las monedas de euro algunos metales empleados en la antigüedad. Los más frecuentes eran el oro, plata y cobre por un lado y, por otro, aleaciones como el bronce (cobre y estaño), electrón (oro y plata) y el vellón (cobre y plata).
3. Detalles o diseño de la acuñación: En este apartado las opciones de detalles e imágenes a incluir son infinitas. Además de con el diseño, también se puede jugar con detalles como menores como labrar los bordes en relieve, anexar materiales… como si estuviéramos ante un lienzo en blanco.

PARTES DE LA MONEDA:
Anverso: cara o faz de la moneda. Es la cara principal. Presenta el emblema, efigie o diseño más representativo del país emisor. Puede ir desde un símbolo o monumento local, una planta o animal o el rostro de un gobernante o reconocido personaje.

Reverso: cruz o sello, la cara secundaria. Suele mostrar el valor nominal y la parte informativa como el peso de ley, composición del mineral… Normalmente con diseños menos representativos como escudos o escenas de acontecimientos políticos o sociales.

Canto: ancho de la moneda, el borde que separa el anverso del reverso. Suele tener distinto grosor y podemos encontrarlo en liso, rayado, estriado con símbolos…

El módulo: Con el término módulo se alude al diámetro de la moneda en milímetros. Existen, atendiendo a este criterio, cuatro clasificaciones: grande, mediano, pequeño y mínimo.

  • Grande. Su diámetro es de entre 37 y 50 milímetros.
  • Mediano. Su diámetro es de entre 20 y 36 milímetros.
  • Pequeño. Su diámetro es de entre 11 y 19 milímetros.
  • Mínimo. Su diámetro es de entre 5 y 10 milímetros.


Campo: Espacios libres sin acuñar dentro de la moneda.

Marca: letra o símbolo que indica la ceca de acuñación.

Exergo:  en griego “fuera de la obra”. Suele estar en la parte inferior de la moneda. Contiene la marca de la ceca, la fecha de acuñación…

 – Leyenda o epígrafe: cada una de las descripciones a ambos lados o en el canto de la moneda.

CLASIFICACIÓN DE LAS MONEDAS
Hay dos formas de clasificar las monedas, por sus condiciones físicas o su dependencia:

Por sus condiciones físicas se pueden subclasificar en:

  • Incusas: con relieve en un solo lado.
  • Recusas: han sufrido un error en la emisión y han sido reselladas por defecto.
  • Restituidas: de un emperador romano.
  • Encamisadas: tienen en su interior una fina y delgada capa de oro o de bronce.
  • Embutidas: tienen la imagen de un escudo o medallas.
  • Borradas: con el cuño desgastado.

Y según su dependencia hablaríamos de monedas:

  • Autónomas: monedas antiguas que no tenían dependencia con un rey de otra nación.
  • Oficiosas: también antiguas y, al contrario de las anteriores, en ellas se ve expresa la dependencia de ese pueblo o nación hacia otro o hacia un rey.
  • Regias: Expresaban la dependencia hacia un rey en concreto.

Como vemos, hay muchos factores a analizar y  por muy antigua que sea la moneda no pierde su valor sino todo lo contrario. En la actualidad hay 120 monedas reconocidas por las Naciones Unidas pero, para deleite de los numismáticos, hay muchísimas más. Si tú eres coleccionista y quieres proteger tus ejemplares, te aconsejamos que te pongas en manos de un profesional y certifiques monedas para que evitar accidentes que las devalúen y tengas una garantía de autenticidad y conservación en caso de que quieras venderlas ahora o en un futuro.

¿Qué monedas te gusta coleccionar?

1 Comment

Comments are closed.